La forma en la que la sociedad se ha ido vinculando a través de los distintos barrios y distritos dentro de una misma ciudad se ha basado en multitud de condicionantes. Sin embargo, el más importante de ellos ha sido siempre el dinero, la renta que cada unidad familiar percibía y que le permitía comprar un terreno o una casa en un lugar determinado. De manera habitual, los barrios más céntricos suelen ser más caros, pero eso también ha ido cambiando con el tiempo, ya que mucha gente prefería vivir más alejada del bullicio. Sin embargo, en las afueras de las ciudades también se dan barrios más marginales, algunos de ellos con la consideración de guetos, donde se reúnen aquellos que no pueden pagar un piso en otro lugar. La gentrificación derivada del turismo masivo ha terminado por volver a cambiar las tornas en este siglo XXI, creando espacios dentro de las mismas ciudades donde los propios nativos se sienten excluidos.
Visitar una ciudad es conocer no solo sus principales monumentos y lugares inolvidables, sino también palpar la vida en aquellos barrios no tan populares. Deambular por según que zonas en una ciudad grande puede llegar a ser incluso desaconsejable, por el riesgo a ser asaltados, especialmente en determinados países. Sin embargo, se está dando el caso de que muchas ciudades acaban pareciéndose entre sí en su zona más “turística”, dejando de lado casi por completo su propia esencia. Mismos locales, mismas tiendas, parques planificados con el mismo diseño, edificios funcionales pero muy feos y faltos de carisma… Hay ciudades que parecen haber perdido esa alma que las caracterizaba, aunque en la mayoría de casos solo se ha trasladado a algún otro barrio menos céntrico. Dentro del marasmo de parques, calles y avenidas de cualquier ciudad del mundo también es interesante encontrar el barrio rojo. Ese distrito en el que las prostitutas suelen trabajar, y que está plagado de bares, clubs y tiendas, así como de burdeles, en muchos casos ocultos. De Ámsterdam a Londres, pasando por Madrid, Tokyo o Seúl, esté o no legalizada la prostitución, este tipo de lugares siempre van a aparecer en cualquier ciudad que visitemos.
Barrios con gran cantidad de prostitutas y burdeles
Se conoce como Barrio Rojo o Distrito Rojo a las zonas de una ciudad donde se lleva a cabo de forma recurrente la prostitución. En muchos países, los gobernantes no han querido prohibir de raíz la prostitución, sino que han preferido concentrarla en una sola zona, para evitar que “afecte” a toda la ciudad. De ahí que estos distritos hayan ido creciendo poco a poco en las últimas décadas, aparejados también a ciertos niveles de delincuencia e incluso insalubridad. Las prostitutas que trabajan en estos lugares suelen ser extranjeras, mujeres que ocupan este tipo de puestos por pura necesidad, e incluso obligadas en muchos casos. Dependiendo de la regularización que tenga el sexo de pago en ese país, los burdeles estarán más o menos a la vista. En muchas ocasiones, serán clubes o locales de copas que taparán la auténtica realidad de los servicios íntimos de las chicas que trabajan en ellos.
De Amsterdam a Nueva Orleans
Los barrios rojos se popularizaron ya en el siglo XIX como una especie de solución de emergencia para evitar que la prostitución siguiera creciendo en las ciudades. Entendiendo que no iban a poder acabar definitivamente con ella, y tal vez con intereses de por medio, muchos mandatarios decidieron acotar el trabajo sexual a una zona determinada de la ciudad. Allí, en ese distrito concreto, se podrían llevar a cabo esos trabajos que, por otra parte, preferían mantener lejos de las zonas más turísticas o adineradas. Lo que resulta curioso es que en muchas ocasiones, las personas con mucho poder adquisitivo debían introducirse en estos barrios en busca del placer sexual que ya no encontraban en los suyos. Hablamos de ciudades europeas, como Ámsterdam, París, Madrid o Berlín, pero también americanas, a pesar del puritanismo de aquel país.
Nueva Orleans, por ejemplo, es una de las ciudades donde la prostitución tuvo una importancia enorme en su momento, en el cambio de siglo. De hecho, siempre se dice que el jazz, una de las partes esenciales de la cultura norteamericana, nació en los propios burdeles del barrio rojo de Nueva Orleans. Algo parecido sucedió en París a finales del siglo XIX con los salones para caballeros y los cabarets de Montmatre, sitios recurrentes para artistas y escritores. Las fuerzas de seguridad solían tener mucha manga ancha en estos distritos, en favor de no aplicar la ley de una manera tan estricta para permitir que esos deseos carnales fueran satisfechos. Las cosas han cambiado mucho en el último siglo, pero sin duda se mantiene la esencia de estos barrios, a pesar de que en muchos casos, sus habitantes hayan pedido el cierre de los burdeles.
Guetos o zonas seguras
Y es que a estas alturas, el debate sobre la prostitución sigue más candente que nunca, pero es la fuerza del capitalismo inmobiliario lo que ha hecho que verdaderamente se replantee la situación. Los barrios rojos suelen ser distritos relativamente céntricos, y que a pesar de su mal estado en muchas zonas, se encuentran en una ubicación perfecta para seguir construyendo. Las ciudades han crecido tanto que ya apenas hay sitio para construir, y son muchos los que miran con deseo, y no precisamente sexual, estas zonas que se mantienen casi al margen del tiempo. En algunos casos, los barrios rojos se han convertido en guetos empobrecidos donde abunda no solo la prostitución, sino también la droga o la delincuencia. La diferencia es que ese gueto no se encuentra a las afueras de la ciudad, sino muy cerca de los barrios “bien”.
En cambio, muchos piensan que este tipo de barrios son necesarios para mantener la seguridad en el resto de la ciudad. Allí donde los distritos rojos se han cerrado, las prostitutas han tenido que buscar otros lugares, desperdigados por todo el callejero de la zona. Esto provoca que sea mucho más complicado de controlar todo lo que tiene que ver con el trabajo sexual, de manera que se prefiere reducirlo a un solo barrio. Las protestas de los vecinos, sin embargo, son cada vez más fuertes, ya que quieren que sus barrios sean “normales” y no estén llenos de clientes de prostitución durante todo el día. En Ámsterdam, la ciudad con el Barrio Rojo más popular del mundo, la situación se está volviendo insostenible en estos últimos tiempos.
La prostitución en el siglo XXI
Se podría decir que la prostitución en pleno siglo XXI nada tiene que ver con la que se vivía hace siglos, pero no es así del todo. Las cosas han cambiado, por supuesto, pero el problema de base sigue estando ahí, y lo estará mientras haya demanda. La prostitución mueve mucho dinero y en la mayoría de casos, las chicas solo son un instrumento de unos pocos proxenetas para enriquecerse a costa de sus cuerpos. El control sobre este trabajo es complicado, incluso en países como Alemania o Países Bajos, donde el sexo de pago está legalizado. La prostitución se ha convertido en un tema peliagudo también por el avance del feminismo, aunque dentro de esta propia ola de reivindicaciones hay opiniones diversas al respecto.