Las apariencias engañan. Lo hemos oído muchísimas veces, y es una frase totalmente real a la que seguramente nos hayamos tenido que enfrentar en más de una ocasión. Porque pensar que algo es de una forma y luego darnos cuenta de que nos habíamos equivocado por completo, con una situación, o también con una persona, es algo bastante habitual. La gente muestra una cara por delante, pero es solo una máscara que oculta todo lo que son y lo que tienen dentro. Lo podemos comprobar casi cada día, con esas personas de doble moral, hipócritas y hasta peligrosas, que utilizan su carisma para ganarse al resto del mundo y utilizarles en su propio beneficio, para sus planes en ocasiones delictivos e incluso macabros.
La historia de Dorothea Puente es una de las más escabrosas que podemos encontrar de entre todos los asesinos en serie en Estados Unidos. Y no solo por el hecho de que no haya muchas mujeres que hayan cometido este tipo de atrocidades, sino por la manera en la que Dorothea lo hizo, ya a una avanzada edad, y tratando de aparentar ser una ancianita adorable de la que todo el mundo se fiaría. Sin embargo, la mujer guardaba un oscuro secreto, una serie de crímenes que la llevaron a ser condenada a cadena perpetua, por numerosos asesinatos. Esta es la vida de Dorothea Puente, turbulenta y peligrosa, siempre al otro lado de la ley y buscando la forma perfecta de ganar dinero aprovechándose de los demás, costase lo que costase.
Infancia y juventud
Nacida en California en 1929, lo cierto es que Dorothea Gray no tuvo una infancia demasiado feliz que digamos. Su padre falleció de tubercolisis en 1937, cuando ella contaba con apenas ocho años de edad. El golpe sería más duro un año después, cuando su madre moría en un horrible accidente de tráfico. Quedándose sola, estuvo un tiempo viviendo en un orfanato hasta que unos familiares decidieron llevársela con ellos a casa en Fresno, California. Allí se mantendría hasta los dieciséis años, cuando se casó por primera vez. Pronto daría a luz a sus dos primeros hijos. Uno lo entregaría a sus parientes y otro lo daría en adopción, todo ello mientras su matrimonio se rompía y decidía verse con otros hombres. Una de las cosas que ya hacía en aquellos tiempos eran mentir constantemente, sobre su origen, sobre su divorcio, etc…
Primeros crímenes
La carrera delictiva de Dorothea se retrotrae mucho antes de sus asesinatos. Ya en los años 50 visitó la cárcel por un tiempo, condenada por robos y delitos menores como vagancia. La vida de Dorothea era bastante inconstante, pero logro obtener un trabajo como cuidadora de personas mayores y con discapacidad. Aquello le sirvió luego para alquilar una casa con dieciséis habitaciones en Sacramento, donde abriría un hogar de acogido para estas personas mayores. Su objetivo era robarles, mientras les drogaba, o hacerse pasar por ellos para seguir cobrando todas las ayudas que recibían. El trato que ofrecía a estas personas era de todo menos amable, y algunas ya empezaron a morir en extrañas circunstancias. La policía, sin embargo, no llegó jamás a sospechar de aquella ancianita que parecía tan dulce y adorable.
La casa en Sacramento
La propiedad que Dorothea Puente, tomando el segundo apellido de su tercer marido, alquiló en Sacramento, era una enorme casa en la cuál podía llevar a cabo su actividad de acogida de personas mayores con discapacidad. Allí se mantuvo durante varios años, siendo incluso encarcelada después de que uno de sus inquilinos la acusara de drogarle y robarle. Tras pasar tres años en la cárcel, Dorothea siguió con sus actividades en aquella gran casa de Sacramento, ahora junto a Everson Gilmouth, un jubilado con el que había trabado amistad postal desde la cárcel. La casa de Sacramento seguía siendo su principal foco de gananciales, ya que se calcula que podía ganar unos 5.000 dólares al mes gracias a lo que robaba a sus inquilinos, tratándoles sin ningún tipo de cuidado.
¿Cómo se deshacía de los cuerpos?
De hecho, si alguno de los inquilinos empezaba a quejarse demasiado o intentaba contar lo que ocurría allí dentro, la dulce abuelita no tenía ningún reparo en utilizar métodos muy expeditivos para hacerles callar… para siempre. Y es que Dorothea solía utilizar una combinación letal de medicinas, algo que acababa de manera limpia con esas personas incómodas, y además, hacía parecer que todo había sido un suicidio. Luego, la mujer se deshacía de los cuerpos engañando a algunos transportistas para que los llevaran, en grandes armarios o baúles, a lugares alejados. También “contrató” a varias personas sin hogar para que cavaran hoyos en su jardín, donde enteraba igualmente los cuerpos. Eso sería lo que la llevaría a ser descubierta en 1988 por la Polícia, alarmada por las últimas desapariciones que se estaban dando en el lugar.
Captura y muerte de Dorothea Puente
Después de acudir a la casa de Sacramento, la Policía sospechó que algo raro pasaba, por el movimiento de tierra removida que había en el jardín. Mientras abrían aquel lugar, Dorothea pidió ir por un café, y se le permitió, al no ser sospechosa en un primer momento. Sin embargo, la abuela aprovechó para huir a Los Ángeles, donde intentó engatusar a algún que otro jubilado. Uno de ellos la reconoció y la llevo a las autoridades. Dorothea Puente sería acusada de nueve asesinatos, habiéndose encontrado numerosos cuerpos en su jardín. Finalmente, en 1993, fue condenada a cadena perpetua por tres de aquellos asesinatos. La mujer falleció en una Penitenciaría de California, en el año 2011, a la edad de 82 años, y manteniendo su inocencia sobre aquellas muertes. Su caso es uno de los más famosos de los últimos años, por todas las curiosidades que lo han envuelto y por las pocas sospechas que la mujer levantó al principio, lo que le permitió seguir cometiendo esos asesinatos de forma impune.